LOS CUARENTA
Soy optimista, creo que llegaré a los 80. Por tanto, estoy en la
mitad de mi vida, ¿cómo no celebrarlo?
Los cuarenta me trajeron nuevos aires, nuevo rumbo. Punto de
inflexión.
La madurez de a poco se fue asentando en mí, aunque sigue luchando
contra esa jovencita curiosa que no fui, y que apareció en mi vida tardíamente.
Extraña mezcla de mujer y adolescente, me guste o no.
Mi adolescencia pasó sin que me diera cuenta, jugando a ser
adulta, asumiendo roles que no eran oportunos.
Inversamente, a la fecha, cuento con una gran cuota de
ingenuidad juvenil, no la de las jóvenes de hoy, que han perdido la inocencia
prontamente.
Muchos sueños se estrellaron contra la pared indiferente de la
realidad, más sigo soñando.
La vida es sueño… dijo Calderón de la Barca.
¿Qué sería de nosotros sin ese margen para la fantasía?
La risa de a poco va encontrando su camino.
Los gustos, mis gustos, van saliendo lentamente de la caverna de
la censura.
Y estreno cada día una ilusión, y estreno cada día un desafío.
Y aunque la piel no tenga la tersura de antaño, es la misma piel
que puede sentir la caricia.
Y aunque los ojos estén bordeados de pequeñas cicatrices de
tiempo, conservan el mismo brillo intacto de la esperanza.
Y si de mi boca brotan palabras duras, también florecerán
inolvidables besos.
La vida me trajo, esta tarde de lluvia, el perfume de un
recuerdo añejo, casi olvidado.
Ese aroma a peligro, ese latir indómito, manos blancas, boca
trémula.
Todo es sentir, más no arriesgar.
Ya no espero, avanzo.
No más ganas de llorar en esta tarde gris.
Que sirva el gris como aliciente, preludio del sol en la mañana.
Gabriela Exilart