Entro en la
cocina
de la que
alguna vez fue mi casa.
Lugar
atemporal que
como arcón retuvo momentos
invalorablemente
cotidianos:
el silbido
de la pava, el mate
los bizcochos
y el pan recién horneados.
El olor a
tabaco, que tanto me gustaba
la pipa. Tu pipa.
Como pájaro hambriento
voy juntando
las migajas
del
pintoresco cuadro de mi infancia.
Cuando tu
voz es silencio en el tiempo
y tu cuerpo
descansa
en pedacitos
de cielo.
Acá te
recuerdo.
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